Entonces, ¿No Soy Una Vampira?

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«He estado usando barreras mentales, y nunca has estado con ningún otro vampiro que no fuera yo hasta esta noche. Estoy seguro de que si te concentras, podrías hacerlo fácilmente. Pero no tenemos tiempo para eso ahora, habibi. Tienes que decidir. Te he reclamado como mi esposa. Eso significa...»

—SILENCIO —, gritó un hombre desde el otro lado de la sala, con una voz tan fuerte que interrumpió a Bane.

Mierda. Intenté alcanzar la mente de Bane, pero su atención estaba puesta en otro sitio, y de pronto, la mía también cuando un vampiro de un metro sesenta aproximadamente avanzó con rapidez por la sala y se detuvo frente a nosotros. El chico iba vestido como un rockero punk, con el pelo castaño, de punta, pantalones anchos con cadenas colgando de ellos y una camiseta Slipknot con rotos por diferentes sitios. No parecía tener más de unos diecisiete años, sin embargo fueron sus ojos los que me dijeron que podría haber sido mi tataratataratatarabuelo. O algo así.

El vampiro me miró severamente mientras una chica se deslizó hacia su lado y se abrazaron. Ella parecía igual de joven y era unos centímetros más alta que él. Iban vestidos de forma parecida, solo que ella llevaba una falda con cadenas plateadas y unas botas altas hasta la rodillas con cordones. Me quedé mirando a la chica un momento. En ella había algo...diferente. No sabía por qué, pero apostaría la cabeza a que no era vampira.

—Bane —El adolescente miró a Bane, ignorándome totalmente. ¿Qué era yo? Hígado cortado.

—Luther —respondió Bane con la mismo tono suave y aburrido.

—Peaches —solté yo para divertirme. Sip, abrí la boca y la estupidez salió.

Luther dirigió su mirada hacia mí y todo lo que vi en ellos fue el rojo. Me encogí de miedo hacia atrás e intenté correr, pero Bane me sujetó rápido. El estúpido imbécil no se daba cuenta de que yo no era una vampira y que todavía tenía sangre. Probablemente sería una sangre rica y deliciosa si yo olía a sexo y naturaleza.

Oh, por qué, oh, por qué, ¿quería yo ir a una fiesta de vampiros? ¿Es que Buffy, Crepúsculo y las otras películas y series no me habían enseñado nada? Nunca le ocurre nada bueno a los humanos en las fiestas de vampiros. Asumido, yo ya había muerto, pero no estaba a punto de tentar a la suerte y hacerlo otra vez.

—Chica, —el muchacho, Luther, se dirigió a mí.

—Malika —gruñó Bane.

—Querrá decir señora —solté. Quería apalearme a mí misma. Peaches fue asesinada porque es estúpida y la gente puede manipularla fácilmente.

Los labios del chico se torcieron en lo que esperaba que fuese una sonrisa de sorpresa y no una mueca. Aceptaría ser el culo de la fiesta si eso significara que mi sangre seguiría estando dentro de mi cuerpo. Habría hecho un streaptease y bailado desnuda como una idiota si eso hubiera significado que podría salir de aquí con el mismo número de células con las que había entrado.

Ojos rojos ladeó la cabeza y me sonrió—: ¿Tú eres la esposa de Malik?

Asumí que Malik era Bane. ¿Y si ser la esposa de Bane era lo que me protegía?

—¡Sí! Sip, soy su esposa. Es mi marido. ¿No puedes matarme? —Me salió un pequeño gallo al final de la frase, dudosamente claro.

Eso era lo importante aquí: no volver a morir. Sería la sierva de Bane, su prostituta o su jodida mascota si quería. Pondría mi vida por encima de mi orgullo todos los días de la semana. Había ciertos casos en los que no lo haría, pero que me comiera un adolescente en una discoteca clandestina donde la gente vomitaba delante de mí no era uno de ellos.

—Ser su mujer —dijo ojos rojos con cuidado—, entiendes lo que significa, ¿verdad? A veces la muerte es la mejor opción.

Oh, que le jodan, en serio.

Bane me agarró la muñeca con más fuerza. Miré alrededor a los vampiros que nos observaban. Casper, el vampiro simpático, estaba justo detrás de Luther, y justo a su lado estaba la Barbie rubia que me había metido en este lío. «No», me corregí, «yo me he metido en este lío». Esto no era la escuela primaria, donde lo peor que te podía pasar era que te castigaran si perdías los papeles. Estos seres eran los que aparecían en las pesadillas.

«Peaches», la voz de Bane apareció de nuevo en mi cabeza. No sabía qué decirle. Dios, ni siquiera sabía cómo estaba diciendo lo que le estaba diciendo. Me dolía el cerebro. Me sentía como un bebé llorando en una cuna. Necesitaba que alguien me cogiera, me guiara y me dijera qué hacer.

Sabía que eso no ocurriría aquí. Seres con cientos de años me miraban, esperando a que tomara una decisión. En realidad no una si la muerte estaba sobre la mesa. Y odiaba no tener opciones. Opciones reales de cualquier tipo. Había estado indecisa durante mis dos años de universidad. Ni siquiera había elegido ser mánager en Kmart; ese puesto e lo habían dado. Sin embargo, me di cuenta que, desde que había conocido a Bane, había estado tomando todas mis propias decisiones; estúpidas y arriesgadas, pero mías.

Cambios. Lo desconocido. Decisiones. Me molestaban, me asustaban. Pero ahí estaba yo de nuevo, lidiando con ello. Era otra de esas decisiones en las que solo hay dos opciones, esa o esta, matrimonio con un vampiro o ser la cena de alguien.

—No. No entiendo lo que significa. Pero si la alternativa es mi cabeza en una bandeja, más vale que te creas que soy la esposa de Bane —dije con mucha más confianza de la que sentía.

Luther me estudió durante un rato largo y una sonrisa salió de sus labios—: Que así sea entonces.

El chico hizo un gesto con la cabeza a Bane, quien estaba tan rígido que parecía una estatua.

—Tú lo has reclamado y ella ha aceptado. Ahora márcalo con sangre y santificaré la unión.

En silencio, Bane se mordió la muñeca antes de tirar de mi brazo hacia arriba y hacerme lo mismo.

—¡Oh! —grité, tirando de mi mano solo para ver las heridas circulares que ya se estaban curando— ¿En algún momento de la noche pareció que quería que me chuparan la sangre?

Si mi voz fue un poco chirriante, él prefirió ignorarlo e introducirme su gruesa y sangrante muñeca en la boca—: Bebe.

—Ya. No gracias. Sigo una dieta libre de sangre.

—Es un matrimonio de vampiros —dijo Bane enunciando cada palabra a través de sus dientes—. Eres mi esposa.

«O estás muerta».

El mensaje fue alto y claro, incluso sin haberlo dicho en mi cabeza. Tapé la herida con mi boca, chupando y tragando su sangre mientras le fulminaba con la mirada.

Escupí su muñeca después de lo que consideré que había sido un tiempo aceptable chupando sangre.

—¿Satisfecho, cariño?

Bane me ignoró completamente y se giró hacia Luther—: Lo has visto con tus propios ojos, Comerciante. Es mi esposa.

—Lo es. —E hizo una pausa dramática, simulando recopilar sus pensamientos, pero que yo sabía que era totalmente innecesaria—¿Qué es lo que dicen los humanos? Yo os declaro marido y mujer.

No estoy segura de lo que esperaba después de eso. Bueno, en realidad, eso es mentira. En cierto modo esperaba que ocurriera algo épico. Algo como que me quedaría embarazada por arte de magia y daría a luz gracias a algo sagrado, bla bla bla. También esperaba un arrebato. Quiero decir, ahí estaba yo, una chica desconocida, casándose con un vampiro en un club gótico clandestino. Parecía sacado de un libro. Tenía esa textura y esa sensación... si, uh, las cosas pudiera tener texturas y sensaciones.

La cosa es que yo esperaba un clímax. Una pancarta enorme que de una forma o de otra anunciara que estaba casada con un vampiro. No tuve nada de eso, por lo que me sentí un poco decepcionada. Eso hacía que todo el evento pareciese real.

Bane se volvió hacia mí y me sonrió ligeramente. Obviamente había estado escuchando mis pensamientos, y no dudaba que casi todo el mundo en la sala lo había estado haciendo también, pero nadie había hecho nada todavía.

—Peaches. —«Esposa». No pude evitar encogerme de hombros, como diciendo: "Bueno, es algo oficial".

—Bane. —«Marido».

En una sala sin ventanas, rodeada de vampiros hambrientos con las axilas sudadas y mis pies, que me dolían como si tuviera agujas clavadas, me acababa de casar. Nadie se me tiró a la garganta y no apareció de repente ningún fuego mágico que amenazara con quemar el lugar. Me di cuenta de que las cosas que esperaba que fueran alucinantes y peligrosas en realidad eran seguras; fue lo seguro lo que me metió en problemas. Bueno, eso y mi enorme bocaza.

Capítulo 10: Y ahora, el clímax

—Bueno... —Llevo empezando mis frases así desde hace diez minutos, pero, en realidad, todavía no he sido capada de decir nada más. Quería decir que siempre había querido casarme y que no podía quejarme del novio. Pero también quería decir que el hecho de que estuviésemos casados no implicaba que fuese a darle mi sangre o hacerlo con el tipo.

Conclusión: Estaba confundida. Después de que Bane se hubiese casado conmigo por el método vampírico las cosas se habían asentado y suavizado. Había subido mi estatus de bolsa de sangre a esposa, los vampiros casi habían sido hasta simpáticos conmigo. Me habían presentados a varios vampiros mientras recorríamos la sala. Todos y cada uno de ellos habían tenido la misma reacción hacia mí: primero curiosidad y luego, desagrado. Nadie de los de la juerga parecía saber lo que yo era, así que la fiesta había sido fiasco para mí.

Ahora nos dirigíamos de vuelta a nuestro hotel, recién casados y sin estar más cerca de descubrir lo que yo era que cuando nos conocimos. Decidí cambiar de tema completamente y dejar de obsesionarme con las cosas que no podía cambiar.

—Estoy preocupada por mi familia.

—¿Quieres ponerte en contacto con ellos? —Por una vez Bane no iba a toda velocidad por las calles y yo no había adoptado la posición de accidente. La pregunta era inofensiva pero comprometedora.

Suspiré y miré por la ventanilla, observando cómo las luces de la ciudad jugaban contra la oscuridad de la noche—: No creo que sea buena idea.

Sentí la mano cálida de Bane posarse sobre mi muslo. Lo apretó delicadamente. Durante el curso de la noche su ira se había evaporado. Me gustaba pensar que se debía a queso era asombrosa, pero más bien parecía tener que ver con la personalidad de Bane; no era un hombre de esos que pillan un berrinche por cualquier tontería.

—Ahora somos familia, habibi. Para bien o para mal, estoy contigo hasta el final.

Sip, lo estaba. Luther me había explicado las consecuencias que acarreaba un matrimonio vampírico. El matrimonio vampírico es para toda la vida: para la de Bane y para la mía. No existía nada así como el divorcio entre los cónyuges que no fueran vampiros los dos porque aquel que no lo era podía alardear y asustar a sus fuentes de alimento, es decir, humanos, bla bla bla. Así que Bane y yo estábamos metidos juntos en esto hasta la muerte, y ya que yo no sabía cómo morían los vampiros (ni siquiera cómo moriría yo, de hecho), teníamos un largo matrimonio por delante.

—Ya sabes, Bane, siempre me imaginé con un vestido blanco y una larga cinta carmesí. Mi padre me habría llevado por el pasillo y mi novio me habría estado esperando en el altar con una amplia sonrisa en la cara. Visualicé una bonita iglesia con ventanas de cristaleras y una luz brillante entrando a través de ellas.

Me giré hacia mi marido vampiro, que todavía llevaba esa camiseta negra que le marcaba la figura y los pantalones ajustados de cuero. Luego me miré mi corsé rojo y mi mini falda. Me había quitado los tacones en cuanto había entrado en el coche y moví mis dedos desnudos. Mi boda podría describirse como "poco ortodoxa" o con un "nada que ver con los libros ni con las películas".

Sí, había sido alucinante. Quiero decir, estaba casada. En serio, realmente casada. Y no tener que preocuparme por el divorcio también era un plus, a no ser que Bane se convirtiera en un estúpido agresivo. Siempre pensé que me casaría con Rob, compraría una pequeña casa en las afueras, tendríamos un niño o dos y sería marginalmente feliz. Eso era lo que siempre me habían dicho. La vida real era un poco aburrida pero siempre podía escaparme y refugiarme en los libros, las películas y las series.

Pero me había casado con un vampiro. No tenía familia ni amigos. No tenía ni idea de lo que era. Estaba muerta. Mi vida era una lista de locuras a la que se seguían añadiendo y añadiendo cosas.

Era. Fabuloso.

—Me alegro de que puedas verle el lado positivo a todo eso —dijo Bane cuando el coche cogió velocidad.

Yo tampoco era una de esas personas que montan un berrinche por cualquier tontería.

—Bueno, las bolsas de las compras que hay en la habitación y el hotel de cinco estrellas también ayudan —dije despreocupada. Siempre había sido el tipo de chica que anhela cosas, que tiene recuerdos y que intenta no cometer el mismo error dos veces. Por supuesto que echaba de menos mi antigua vida y a mis amigos, pero todo eso era agua pasada. No me haría ningún bien estresarme por mi familia, el alquiler o cualquier otra cosa de ese tipo. Para todo eso, estaba muerta. Mi madre incluso había donado mi cuerpo a la ciencia. Esa era la única manera de que yo hubiera acabado en una morgue. Gracias a Dios, no me habían extirpado ningún órgano.

Pero todo eso ya formaba parte del pasado. Mamá, papá y Rob. Todo eso era mi vida pasada. Necesitaba dejar de pensar en mí misma como muerta y empezar a pensar en mí misma como renacida.

Bane soltó una risita y el coche se puso de nuevo muy por encima del límite de velocidad—: Estás pensado como un vampiro.

No, estaba pensando como yo misma. Los cambios aún me asustaban, sin duda, pero ya no estaba sola. Ya no tenía que lidiar con todo esto ahora mismo sola. Tenía a alguien. Tenía a Bane.

El coche paró en seco. Bane utilizó su supervelocidad para abrir mi puerta y sacarme del coche. Ni siquiera tuve tiempo de ponerme mis zapatillas. Me cogió, al estilo princesa, lanzó sus llaves al aparcacoches y entró andando con pasos largos en el hotel.

—¡Bane! —Miré a mi alrededor a los empleados, avergonzada. LA poca gente que quedaba todavía en el hotel a la hora que fuese de la madrugada nos estaba mirando como si estuviéramos locos. —¡Bájame ahora mismo!

—No. —Bane ni siquiera me miró mientras rodeaba el ascensor y se dirigía hacia el hueco de la escalera—Quédate sentada y agárrate bien.

—No soy un perro. —La última palabra se perdió cuando Bane dio un salto, lanzándonos trece pisos hacia arriba en menos de lo que tardé en coger aire. Estábamos en la suite del hotel antes de que esa respiración entrara en mis pulmones. Estaba tirada de espaldas en la cama antes de exhalar.

—Hostia puta.

Bane soltó una sonrisa de satisfacción y puso sus manos a ambos lados de mi cabeza—: Probablemente podría haber encontrado otra manera de sacarte de allí, Peaches. Luchando y matando, —dijo, sin apartar la mirada de mí— elegí convertirte en mi esposa.

No sabía lo que significaba eso exactamente, pero entendí lo esencial. Bane me había elegido y, por lo que había podido comprobar en la fiesta, Bane no elegía a gente. No buscaba a gente ni intentaba formar alianzas. Era un lobo solitario y yo era especial para él.

Dios, eso era sexi.

Lo agarré y le besé, simplemente atacándolo con mis labios y mi lengua. Saboreé sangre y sentí sus colmillos rozando mis labios y mis dientes. En lugar de miedo, sentí euforia. Me sentí feliz, sexi y cachonda. No estaba pensando en mi peso cuando besé a Bane, ni en los fracasos de mis otras relaciones. No estaba pensando en cómo olía yo en ese momento gracias al sudor causado por el miedo y al vómito de la fiesta. No estaba pensando en ninguna cosa negativa porque estaba disfrutando, besando a un hombre que me deseaba.

En realidad nunca me habían deseado en mi vida, excepto Jimmy Patucci en séptimo grado, y eso solo era porque el chico era retrasado, feo y raro y había oído que yo me tiraba a todo lo que tuviera pene. Eh, no.

Era un concepto nuevo besar a un chico y que él me besara como si estuviera intentando sacarme el alma. Era el tipo de beso que había visto cientos de veces en las películas: el duro, rápido y reivindicativo beso que viene antes de que se vayan y hagan algo peligroso. Bane me besó como si estuviéramos a punto de saltar de un puente y caer sobre un tren en marcha o luchar contra guerreros ninja.

—Piensas demasiado —Se echó para atrás, se arrancó la camiseta y no tuvo que esforzarse mucho para desnudarme. Jesús bendito, la supervelocidad vampírica era digna de ver. Un segundo estaba completamente vestida y al segundo siguiente estaba completamente desnuda. Ni siquiera le dio tiempo a ver el sujetador y las medias que llevaba.

Bane gimió bajito y me susurró suavemente—: Oh, lo he visto, habibi.

Hmm...Bane no me besó de nuevo en los labios. Recorrió con su lengua todos los demás lugares de mi cuerpo, empezando por mi oreja y bajando hasta mis caderas. Mis pechos estaban inflamados y tersos y mis pezones, húmedos y duros. No era una chica paciente. Quería la polla de Bane ya, hace diez segundos, hace diez minutos cuando había empezado esta tortura.

—Te quiero a ti —gemí por la que sería la centésima vez.

Él sonrió a la altura de mi ombligo—: Y me tendrás, esposa. Paciencia, paciencia.

¡No! Polla, polla, polla. Intenté una táctica diferente, retorciéndome desesperadamente entre las sábanas—: Dios, Bane, estoy muy húmeda. Te necesito dentro. Quiero que me hagas el amor. Quiero sentir tu polla entre mis...

Me dio la vuelta y se puedo detrás de mí, con la puntita justo en mi entrada. Sentí su respiración en mi oreja mientras me penetraba lentamente, pero las palabras no eran en mi idioma. Palabras exóticas y suntuosas que parecían venir de muy dentro de él, me penetraron en el momento en el que él lo hizo. Arañé las sábanas y me volví desesperadamente hacia él.

Rob nunca había sido así. Ni Darin, Jason o Kyle. Comparados con Bane, todos los tíos con los que había estado antes eran muchachos inexpertos e inmaduros. Él me penetró más fuerte, girando sus caderas de una forma que pensé que ningún humano podría hacer.

—No pensarás en otros hombres. —La sacó— Eres mía. —Me volvió a penetrar. Fuerte—. Piensa solo en mí.

Su acento volvió, tan marcado que era difícil entender lo que estaba diciendo. Y entonces, de repente, dejó de importar lo que estaba diciendo, porque pude sentirlo. lo sentí en mi mente. Sus emociones se convirtieron en mis emociones. Me pregunté por qué podía sentir eso ahora, pero incluso mientras lo pensaba, la respuesta de Bane me llegó a través de nuestro vínculo. Él bajó sus escudos. Me dejó entrar de nuevo.

Nada. Nada en todo el universo, en esta vida o en la otra, podría superar lo que sentí por Bane en ese momento. Ni siquiera pude decir ni una palabra. Era más que confianza, aprecio y calentón. Era algo que no había sentido nunca antes, por nadie en la faz de la Tierra.

En un instante, no estaba pensado. En nada. Bane me penetró más rápido y más fuerte. Se inclinó y hundió sus colmillos en mi cuello. Olí aceites exóticos, su piel de seda sudada. Su dedo estaba en mi clítoris. No, en mis pezones. Él estaba dentro de mí, rodeándome, lamiéndome, chupándome, follándome. Estaba detrás de mí, delante de mí. Estábamos de lado, yo le montaba. Estaba borroso, todo estaba borroso hasta que no tuve un orgasmo, tuve un millón. Y él no estaba gruñendo ni pintando, estaba gimiendo de placer con la melodía más obscena que había escuchado.

Ya no era Georgia Kent y él no era Bane...como se llamara de apellido. Yo no era un misterio y él no era un vampiro. En esa habitación de hotel, en la cama, contra la pared, en la bañera, nos volvimos uno. Sabía que sonaba cursi. El sexo para mí nunca había sido una unión real, si no más bien una liberación. Pero Bane y yo nos unimos. Éramos todo energía sexual explosiva, emociones caóticas y vapor. Mucho vapor.

Capítulo 11: Soy una tía cojonuda

Me desperté de la misma manera que lo había hecho dos días antes, desnuda en la cama con un hombre desnudo igual que yo. Solo que esta vez no me asusté. No, deslicé mi pierna sobre su cadera, sentí su tronco mañanero, sonreí y me senté a horcajadas sobre él. Para cuando Bane estaba empezando a despertarse, yo ya estaba montándolo como una chica country en un rodeo y gozando como una perra.

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