Entonces, ¿No Soy Una Vampira?

Historia Información
Bueno. Estoy bastante segura. Soy una vampira.
26k palabras
4
2.6k
0
Compartir este Historia

Tamaño de fuente

Tamaño de Fuente Predeterminado

Espaciado de fuentes

Espaciado de Fuente Predeterminado

Cara de fuente

Cara de Fuente Predeterminada

Tema de Lectura

Tema Predeterminado (Blanco)
Necesitas Iniciar sesión o Registrarse para que su personalización se guarde en su perfil de Literotica.
BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí
sensanin
sensanin
535 Seguidores

Entonces, ¿no soy una vampira?

Saga Peaches 1

Dedicatoria

Este libro se lo dedico a mi madre. Me gustaría decir muchas cosas, pero esto se haría eterno. Gracias por las llamadas, los emails, los ánimos y por llamarme cuando necesitaba consejo. Por escucharme mientras friego los platos y creo páginas web, y por estar conmigo incluso cuando hay un océano de por medio. Gracias por las críticas, los elogios y por tu apoyo, siempre. Te quiero, mamá.

Prólogo: Creo...Creo...Creo...

Bueno.

Estoy bastante segura de que soy una vampira.

No voy a precipitarme todavía y declararme a mí misma como tal, pero me apostaría mi última chocolatina a que tengo razón.

En este momento estoy tumbada en una mesa de metal súper pegajosa, con una manta áspera sobre mí, y si fuera hombre me estaría congelando las pelotas. Ah, y tengo el culo al aire. A ver, he visto un millón de series sobre crímenes y estoy casi segura de que estoy en una morgue, otra cosa más que probaría mi teoría sobre lo de ser una vampira.

La principal pregunta aquí es: ¿Por qué lo primero que se te viene a la cabeza es que eres una vampira?

Bueno... pues porque morí.

Pongamos la música de vuelta atrás en el tiempo.

Todo empezó en la casa de mi ahora exnovio.

Siendo una novia adorable y sincera, decidí preparar una hornada de brownies y llevársela a su casa. ¿Alguno de los dos necesitaba esos brownies? ¡Por supuesto que no! La talla XL me quedaba ajustada y mi pelo largo, color rojo botella, ya no me cubría la papada. Pero adoraba los brownies y, uh, me gustaba Rob.

Llevábamos saliendo casi dos años, lo que suponía seis meses más de lo normal sin compromiso, sin vivir juntos o sin un anillo de por medio. Él tenía esa cosa de chico de al lado dulce, aunque un poco salvaje porque tenía moto. ¿Sabía conducirla? No, pero la tenía y eso era lo que contaba.

Volviendo a la razón por la que estoy bastante segura de que soy una vampira y cien por cien segura de que estoy muerta.

Fui a ver a mi novio, bla bla bla. Le llevé los brownies, bla bla bla. Lo pillé tirándose al repartidor de comida chino—Oh, ¡espera!

Sí. Encontré al repartidor de comida chino embistiendo a Rob por el culo con su impresionante aparato. Decir que me quedé en shock sería un eufemismo. Odiaba ser una de esas personas, pero habría preferido ver a mi novio con su polla en una tía con la talla 30 en lugar de verlo en la manera en la que lo pillé. No era solo un golpe a mi autoestima, sino también a mi femineidad.

Así que ahí me quede de pie, viendo a mi novio gimiendo y jadeando, teniendo mejor sexo que el que nunca tuvimos nosotros. La racionalidad y yo no éramos muy buenas amigas. Todo lo que hice fue gritar como una hada banshee mascullando NOPUEDOCREERQUEMEESTÉSPONIENDOLOSPUTOSCUERNOSMALDITOCAPULLO.

Por supuesto, Rob lo escuchó. Pero en lugar de flaquear y sacar su pene, como debería haber hecho, se corrió. Mucho.

Me giré haciendo ondear mi sexi falda rosa y salí de la casa. En los escalones de la puerta principal me di cuenta de que todavía tenía los estúpidos brownies en la mano, pero en lugar de quedármelos decidí tirarlos. La torpe de mí pisó mal, me torcí tontamente el tobillo, me caí y me golpeé fuertemente la cabeza contra los escalones delante de la casa de Rob.

Todo lo que recuerdo es un vaga sensación de dolor, un pitido en los oídos y, después, oscuridad. Creo que vi sangre también, pero eso podría haber sido una imagen distorsionada de mi vestido, porque estoy bastante segura de que se me había subido y de que estaba enseñando mis partes a Dios y a todo el mundo.

Ahora estoy aquí, tumbada en lo que asumo que es una morgue, con un fresco recuerdo de mi humillante muerte. Espero que Rob mintiera a mis padres y a quienquiera que viniera a recoger mi cuerpo. Espero que se inventara alguna historia creíble sobre que estábamos practicando sexo apasionado delante de su casa y que él estuvo tan bien que me corrí y me morí. Esa es una muerte por la que yo firmaría.

Otra vez me estoy desviando del tema. Tonta y pequeña Peaches. Ese es mi nombre. Bueno, mi apodo; mi verdadero nombre es Georgina Elaine Kent. Cuando mi abuela venía a visitarme, me pellizcaba las mejillas y decía: «mejillas pequeñas y regordetas, como un melocotón y para comérselas». A partir de ese momento fui "Peaches"[1].

Ahora soy ¡la vampira Peaches!

Wow, suena estúpido. Pero, ¿qué otra explicación existe para mi repentino renacimiento en una morgue?

La primera opción sería que los brownies que puede que haya "probado" de camino a casa de Rob estuvieran contaminados y ahora soy un zombie. Lo único que no cuadra ahí es que no huelo a cuerpo descomponiéndose. Puedo formular pensamientos completos y tengo antojo de chocolate, no de cerebros.

La opción número dos es que estoy en coma. Esto podría ser si no estuviera heladísima de frío y si no estuviera pensado en estar en coma. ¿Por qué me imaginaría a mí misma en una morgue si estuviera en coma? Eso no tiene sentido. Además, leí en algún sitio que la gente que está en coma no sueña. Esto no tiene pinta de ser un sueño, sino más bien la fría y cruda realidad.

Opción tres, la única a la que me aferro hasta que alguien o algo me pruebe lo contrario, que soy una vampira. Dato: me picó un mosquito hace dos semanas y la picadura no se ha ido. A lo mejor no era una picadura de mosquito, sino una mordedura de vampiro. Además, aparte de todo eso del zombie, no conozco ninguna otra criatura que pueda resucitar.

También cabe la posibilidad de que todavía esté viva, pero los médicos serían muy estúpidos en ese caso. Con toda la tecnología que tenemos hoy en día, me parecería IN-CRE-Í-BLE que hubieran cometido ese grave error.

Bueno, Peaches la vampira está empezando a crecer en mí. Tiene ese tipo de característica épica como Drácula, Angel y otros vampiros de los que no me acuerdo ahora mismo del nombre. La vampira Peaches. Sí, podría estar bien.


Capítulo 1: A lo mejor es zumo de arándanos

Tras unos diez minutos tumbada en esa helada mesa de autopsias decidí que ya era hora de poner mi culo vampírico en movimiento. Quiero decir, si Crepúsculo, Hijos de la noche, Moonlight, Buffy, Angel y el otro millón de películas y series sobre vampiros estaban en lo cierto, tenía supervelocidad, superfuerza y muy pronto necesitaría sangre y un lugar oscuro para dormir cuando saliera el sol. Aunque, ya que había estado en un frigorífico para cadáveres, no estaba muy segura de si era de día o de noche. Decidí tentar a la suerte basándome en lo del "reloj interno del vampiro".

Reuniendo toda mi nueva fuerza vampírica, levanté lo que una vez habían sido mis flácidos y débiles brazos humanos y usé mi fuerza para empujar la puerta de forma que saliera disparada de las bisagras y se estampara contra la pared. Desgraciadamente la puerta ni siquiera se movió bajo el influjo de mi fuerza vampírica y, por supuesto, no salió disparada hacia ningún sitio.

«No pasa nada», me dije a mí misma, «probablemente mis poderes necesiten tiempo para formarse o algo así». Otras películas de vampiros describían a los neófitos como igual de débiles que los recién nacidos. A lo mejor eso también se me aplicaba a mí.

Me tomó una eternidad conseguir abrir esa estúpida puerta, pero tan solo necesité pura fuerza de voluntad para ello. Bueno, ahora me gustaría decir que mi salida del congelador fue elegante y agraciada, pero estaría mintiendo a mi enorme culo. Empujé demasiado fuerte y el impulso me hizo estrellarme de cabeza contra las losetas, igual de frías y blancas, del suelo. Si no estuviera ya muerta estoy bastante segura de que el impacto podría haberme matado.

Estúpida fuerza de bebé vampiro. Cuando tuviera ya mi superfuerza de vampira adulta levantaría un elefante con mi meñique solo porque sí.

Luché contra mis pies y miré a mi alrededor en la habitación. Era muy grande y tenía tres cubetas plateadas en el medio, varias lámparas en el techo y una pared enorme con puertas de metal cuadradas. Las series suelen representar bastante bien cómo son estos sitios. Supongo que esa fue una de las razones por las que no estaba tan asustada sobre todo esto de la muerte y la morgue.

—Ropa, ropa, ropa— murmuré mientras miraba a mi alrededor buscando algo con lo que tapar mi desnudez.

Divisé una chaqueta en la esquina y una idea de atuendo se me vino de inmediato a la cabeza. Agarré la sábana que se había ido cayendo tras mi salto y me la enrollé alrededor del cuerpo simulando una especie de vestido sin tirantes. Me avergoncé de las piernas de mono peludas que lucía, pero me prometí a mí misma una ducha de agua caliente y una depilación a cuchilla más tarde.

Me puse la chaqueta, pero no pude abrochármela. Por lo visto, convertirme en vampira no había hecho desaparecer la grasa de mi cuerpo. En cierta forma eso era un asco, porque pasar el resto de tu vida inmortal como una chica con la talla XL sonaba tan apetecible como un muffin bajo en grasa, sin lactosa y sin gluten.

Me dio un escalofrío solo de pensarlo.

Mi estómago rugió solo de pensar en comida, pero beberme la sangre del primero que pasara no era algo que me apeteciera ahora que estaba dentro de la categoría de los no muertos. Me alucinaba cómo lo hacían los actores para que el proceso de beberse esa cosa pegajosa y metálica pareciera tan excitante y sensual. Pero supongo que tendrían zumo oscuro de arándanos o algo.

«Mmm, zumo de arándanos». Sacudí mi cabeza mientras salía de la habitación hacia el pasillo blanco, inmaculado. «Céntrate, Peaches».

Tengo esta horrible costumbre de hablarme a mí misma en tercera persona. A mis amigos les gustaba contar cuántas veces lo hacía al día. Solían ser cientos de veces. A menudo intentaba reducir el número, pero a menudo volvía a dirigirme a mí de esta manera inesperadamente. Aunque, ahora que lo pienso, en realidad no debería haber reducido el número de veces que lo hacía. Ya no tengo amigos, porque como todo el mundo sabe, los vampiros solo pueden estar con otros vampiros cuando son neófitos o pueden causar una sangrienta masacre repleta de tiros y gore. Me preguntaba cuánto tardaría en llegar a ese estado, probablemente no mucho teniendo en cuenta los rugidos de mi estómago.

«Oh sangre, oh sangre, dónde estarás», canté delicadamente mientras caminaba por el edificio, mirando a hurtadillas en diferentes habitaciones con la esperanza de encontrar mi nueva comida líquida. «No sabes, no sabes que me muero de hambre».

En la quinta puerta olí la sangre. No era una cantidad abrumadora, sino como si alguien se hubiera hecho un corte feo y necesitara tiritas. Desgraciadamente, mis colmillos no crecieron y no me puse histérica al olerla. Así que, de nuevo, lo achaqué a lo de ser nueva en esto.

Vi un par de minifrigoríficos de cristal en la esquina y eché un vistazo dentro. Había cestas azules y rojas con bolsas de sangre dentro que habían sido marcadas con el símbolo de la Cruz Roja. Agarré una bolsa de 0 negativo y cerré el frigorífico.

«Mmm. Sangre». Puede que mi voz careciera de entusiasmo, pero eso es solo porque, cuando era humana, la sangre me daba asco. Supongo que la transición tomaba más tiempo. Puede que al ser mayor mi poderes tardaran más en aparecer. Sentía que los veintisiete suponían ya ser un poco viejo para ser un vampiro.

«¡Salud!» Hinqué mis dientes en la bolsa y lo que obtuve fue... plástico. Tras varios minutos royendo la bolsa conseguí abrir un agujero en ella. Fue como tomarse un súper asqueroso (quiero decir delicioso) zumo en una bolsa.

Así que el sabor no fue el mejor, pero puede que el 0 negativo no fuera mi favorito. Apuesto a que habría sabido mejor si hubiera venido de directamente caliente de su fuente humana, con su corazón latiendo. Pero bueno, la sangre sabe a... sangre.

Después de dos minutos intentando aguantar las náuseas, decidí que a lo mejor la sangre no era lo que comían realmente los vampiros. Marceline, la de Hora de Aventuras, se alimentaba del color rojo. Puede que a mí se me aplicara lo mismo. A lo mejor lo que necesitaba comer era manzanas rojas, arándanos rojos y cerezas.

No estaba preocupada, tenía toda la eternidad para averiguarlo. Lo primero era lo primero, tenía que encontrar una forma de salir de ese espeluznante lugar infestado de cadáveres y sangre. Ya no podía ir a casa, pero había acampado antes y podía pasar una noche así. Además, en el peor de los casos, podría ver si ya había adquirido mis poderes vampíricos para controlar la mente.


Capítulo 2: Le dijo la sartén al cazo

No me costó mucho encontrar una salida de la morgue, o debería decir de mi Hospital Universitario. Eso es, era una no-muerta en mi antigua universidad. Unos metros a mi izquierda estaba el Chittenden Hall y, justo detrás de eso, había un tramo largo con otros edificios a los que nunca había ido porque era demasiado perezosa y había adquirido los hábitos de alumno de último curso en mi primer año. Era tan reconfortante como espeluznante volver a mi escuela, especialmente si considerábamos que estábamos en las vacaciones de primavera, en mitad de la noche, sin nadie alrededor. Ser vampira en el campus no hacía precisamente que me sintiera mejor.

¡Oh! Ese podría ser, sin duda, el próximo título de una película.

La realidad se impuso y me recordó que, mientras la brillante luna llena y la vacía universidad conformaban un fantástico decorado de peli de miedo de vampiros, eso no me ayudaría, considerando que yo era la candidata perfecta para ser la primera en morir. Era blanca, con el pelo brillante (aunque rojo en lugar de rubio) y una chica grande.

«Joder». Fue lo único que pude pensar en decir, ya que toda mi bravuconería y la mayor parte de mi ingenua esperanza se habían esfumado. Primero, lo más cerca que había estado de "pasar penurias" fue cuando monté una acogedora tienda rosa de campaña y tenía un DVD portátil en el porche de la casa de mis padres cuando tenía 13 años. Mi madre me trajo galletas y películas que eran clásicos de culto de acampadas. Cuando tenía que hacer pis, solo abría la puerta de mi casa y caminaba tranquilamente hasta mi cuarto de baño.

Siempre podría haberme colado en alguno de los edificios o esperar que alguna puerta estuviera abierta en alguna parte, pero había dos problemas con eso. Lo más cerca que había estado de colarme en un sitio había sido cuando lo había visto por la tele, y estaba hambrienta. Llegados a este punto, lo más probable era que fuese como una loca a por un guarda de seguridad para chuparle toda la sangre. Quizás podría sobrevivir a base de fresas y vino tinto durante el resto de mi vida, pero eso era un descubrimiento para otro día.

«¿Por qué no me sorprende ver a una chica blanca sola en el campus de noche? Debe de haber alguna epidemia de peligro estúpido e intencionado por ahí», dijo una voz grave de hombre con una risita.

Me sorprendió que no se me partiera el cuello de lo rápido que giré la cabeza. No había nadie en la acera conmigo, solo una parpadeante farola. El lugar prácticamente anunciaba que un asesino en serie iba a entrar en escena en cualquier momento y me iba a sonreír. Intenté ver algo en la oscuridad, esperando que alguno de esos estúpidos (quiero decir alucinantes) poderes de vampiro finalmente se manifestara.

—¿Quién anda ahí?

«¿Oh?¿Se refiere a mí?».

—Sí, joder, me refiero a ti —Estiré el cuello de un lado a otro para ver entre las sombras. No sabía lo que haría si la voz pertenecía de verdad a un tío con un cuchillo salido de una peli de miedo, pero gritar y suplicar por mi vida eran la primera opción.

La ironía de mis pensamientos se impuso un segundo después. Ahí estaba, la jodida muerta viviente, preocupándose por un asesino en serie. ¿Qué era lo peor que podía hacerme? ¿Matarme? Ya lo he vivido. Quiero decir, había visto muchas películas de karate, por lo que estaba segura al 99,9% de que podía encargarme de ese tipo.

Pero en lugar de un tío, apareció un gato negro y gordo. La cosa movió nerviosamente su cola y, si los gatos pudieran poner caras, me miró de manera exasperante.

«Oh, le dijo la sartén al cazo. ¿No crees que no eres la más apropiada para hablar?».

Miré con atención a ese gato, porque estaba bastante segura de que me había hablado sin haber abierto la boca. Madre mía, ¿el hambre me estaba volviendo loca? ¿El siguiente paso era colarme en una tienda y robar todos los arándanos secos y toda la soda de fresa que tuvieran?

«Y me llama gordo».

—¿Hablando con la mente otra vez? —No tenía ningún problema en mantener una discusión con un gato si esa cosa estaba realmente hablando conmigo. Cuando tenía nueve años, casi le pego un puñetazo a un loro porque no paraba de decir que mi aliento olía a culo. ¿Estoy orgullosa de ello? Bueno, puede que no, pero ese estúpido pájaro era un completo capullo.

«Ah, así que puedes oír mis pensamientos. Interesante». El gato se me acercó y me rodeó como si fuera una presa. Fue extraño, considerando que esa cosa se acercó a mi pierna. Me invadió una especie de... no sé... temor.

Fue como esa vez en la que estaba viendo cómo esos estúpidos de séptimo curso golpeaban a Craig Kosicek, el rarito de quinto curso. Un minuto estaban empujándolo de un lado a otro y él decía: «dejadlo ya». Lo siguiente que supe fue que Craig tenía una de las orejas de uno de ellos en la boca y estaba arrancándosela de un mordisco mientras le daba un puñetazo a otro en la cara. El chico pasó en un segundo de dulce y rarito a animal despiadado.

Así es como me sentía sobre este gato.

«Atemorizado habría sido una palabra más apropiada», murmuró y vino a pararse delante de mí. Se sentó sobre sus patas. «Esa historia ha sido innecesaria».

—A lo mejor me estoy perdiendo algo, pero se supone que los gatos no hablan. ¿Me equivoco? —¿No soy inteligente? Joder, los gatos no hablan. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de eso, pero todo eso de ser una chica muerta y el gato que hablaba me había hecho utilizar la mitad de mis neuronas.

Solo se me ocurrió un segundo después que el gato podría ser uno de esos que cambian de forma o un colega vampiro. Puede que ahora que era una no-muerta emitía ondas sobrenaturales que atraían a los hombres del saco y a todas las estrellas del romance sobrenatural.

Hmm... A lo mejor conocería a un soltero hombre lobo alfa con un pasado oscuro y una tranca enorme. Eso sería maravilloso.

«Una pregunta mejor sería: ¿cómo puedes escucharme?» Su cola se movía mientras se levantaba y se giraba dirigiéndose hacia la oscuridad. «¿Y podrías pensar en otra cosa además de en sexo, por favor? No es exactamente una ayuda en tu caso cuando lo único que obtengo de tu mente son pensamientos rápidos y revueltos de los del estilo de Sookie Stackhouse y Stephenie Meyers».

El hecho de que el gato estuviera bien puesto en la cultura pop de vampiros me sorprendió. ¿No se suponía que todas las criaturas sobrenaturales tenían cientos de años, usaban palabras cultas y hablaban con acento de Transilvania?

Oí un tintineo de metal que provenía de las sombras en las que el gato había desaparecido.

—¿A qué te refieres con "ayuda en mi caso"?

El gato apareció con un juego de llaves que bailaban en la punta de su cola. Con un rápido movimiento de apéndice me lanzó las llaves y las cogí con la cara.

«No importa. No es importante ahora». Volvió a sentarse sobre sus patas, se lamió las patas y me lanzó una mirada curiosa. «¿Te importaría llevarme de vuelta a mi hotel? Lo haría yo mismo, pero estoy un poco cansado».

¿En serio me estaba pidiendo que fuera su chófer un gato? Esto ya no podía ser más extraño. Empezando por mi muerte, descubrir que soy una vampira y luego conocer a un gato que habla, tenía la mejor historia desde la de, no sé, Jesús. Así podría ser como podría convertirme en millonaria, podría vender mi historia a Hollywood.

sensanin
sensanin
535 Seguidores
123456...8